Mi padre colecciona escaleras
de todos los tamaños.
Tiene una para zambullirse en las nubes
y otra para quitarle las telarañas a la luna.
Algunas para profanar panales en enero
y otras más, para constelar de crepúsculos
los techos sin paisaje.
Tiene un trapecio de andamios
para espiar en los balcones,
para subir y bajar cortésmente
saludando con su pincel equilibrista.
Adherido a las cornisas
con su oficio de andar en el aire
coloreando muros de vértigos callados.
Mi padre y sus sencillos proverbios
y sus leves pies inaugurando atajos
en los peldaños del viento.
Un vino a la siesta. Un mate a la sombra
y hacer el amor con los pájaros,
si el clima y el reuma lo permiten.
Y aunque los años conspiraron los barrotes
que hoy enjaulan su cuerpo ingrávido,
sus ojos viejos aún vuelan, deseperados
a remontar su alma obrera de abeja consagrada
pese a todo, siempre, siempre cielo arriba...
del libro "De hiedras y grietas"
este texto lo llevo presente siempre, me impactó mucho
ResponderEliminargracias por dejarlo nuevamente al descubierto
un beso enorme
francisco
Que grato es leerte Claudia
ResponderEliminarmis felicitaciones y mi agradecimeinto
Rubén