lunes, 1 de noviembre de 2010

Vendaval

El viento vertebrado,

se estira entre los cables

contra un cielo saqueado de pájaros.

Agita los escombros del otoño

en las marionetas sin follaje

y se demora en las ramas de aluminio

de las antenas desoladas.

Incursiona en la proa de mi pecho

impactándome en las vísceras

como un témpano invisible

Este viento de mandíbula animal

que muerde sus propios remolinos

mi brújula inútil y las anclas imposibles,

que me lleva y me empuja,

anfitrión de mi naufragio en la intemperie reseca,

que me arranca el alma

para fabricarse un barrilete pisoteado…

Ceguera







no ver más allá del naufragio,

del filo de la espuma

del límite del ancla,

de la orilla esparcida en las corazas,

del viento en la vela a contramano

tampoco

ver el vértigo de vida

el espasmo de otra fauna en la marea

los moluscos defendiéndose sin uñas,

la sal que no siempre

augura llanto.

Patria cotidiana














Me atropella el desvelo
de tu asfalto cansado
tu manso quejido
de resignado camino
de país resumido.
Me aturde tu ronroneo,
de esquina concurrida y conversada
de vecinas con rumores de escoba
y goznes que crujen
desde los umbrales apasionados,
donde el ayer dejó la puerta abierta
para que vuelvan
los fantasmas de tu historia
tantas veces despedida
por la estridencia de un progreso
que nunca te conquista.
Camino sobre tus leyendas
profanando antiguos pasos,
mi patria cotidiana
con reloj y con lago.