Tal vez las huellas
no comprueben mis pasos.
A los cuarenta aún no puedo
prescindir de mis alas
y hasta donde he llegado
lo establecen mis tropiezos.
Olvidé los mapas
para no repetirme en los errores,
puedo arrojarme la primera piedra
o batir las alas
izando todo el peso
para equilibrar mi alma en el aire.
A los cuarenta
raciono el vuelo, el cielo, la jaula
y estoy notando
el deterioro de mis zapatos
en tantas plumas de menos.